Miguel Larguía sigue con nosotros

Por el Dr. Claudio Solana, médico pediatra neonatólogo

Hay personas que nunca desaparecen, estén físicamente entre nosotros o no, manteniendo una presencia permanente. Son esas personas que tienen una luz propia tan intensa que ilumina el camino de todos los demás. Así es y será Miguel.

Una mente brillante. Figura sobresaliente de un grupo de extraordinarios médicos pediatras que desde el Hospital de Niños ¨Ricardo Gutierrez¨, desembarca en la Maternidad Sardá en el año 1968, para crear el servicio de recién nacidos, hasta ese momento inexistente.

Desde allí, en forma casi autodidacta, se convierten en ¨neonatólogos¨ y crean una escuela por la cual han pasado innumerable cantidad de médicos en su búsqueda de aprendizaje y que se han diseminado por todo el país e incluso el exterior, siendo una permanente referencia.

La alimentación precoz y progresiva con calostro de su propia madre, concepto temerario para su época en la atención de los recién nacidos prematuros. La apertura de la Residencia para Madres en 1983, el contacto piel a piel prolongado madre/padre hijo, el ingreso irrestricto de madres las 24 horas al servicio, la inclusión de la familia ampliada (hermanos, abuelos) y otros aspectos como estos, fueron forjando lo que concluyó en su modelo de maternidades centradas en la familia, trabajado y perfeccionado en el tiempo, sumando más recientemente el concepto de seguridad e interculturalidad, para ponerle la frutilla al postre. Modelo que trasciende incluso a la neonatología y la obstetricia y que hoy en día es esgrimido mundialmente como un derecho inalienable en la atención perinatal.

Luchador incansable por el hospital público, sin abandonar su actividad privada. Siempre lo escuché decir: la medicina no es una controversia entre pública y privada, sino entre buena o mala medicina, la regular siempre es mala.

Maestro de la Medicina, Premio Konex, Funcionario Sobresaliente, Académico de número y tantos otros reconocimientos y premios que no es posible enumerar han marcado su trayectoria profesional, pero para Miguel el premio mayor siempre fue el agradecimiento de los padres de sus pacientes. Nada extraño habiendo tenido como maestros figuras de la talla de los Dres. Florencio Escardó y Carlos Gianantonio.

No puedo finalizar sin recordar sus cualidades como docente. Quienes tuvimos la suerte de compartir con Miguel el trabajo diario, no podemos dejar de sentir en este momento un enorme vacío.

La tristeza por su ausencia material se contrasta con la alegría de haberlo conocido, por sus enseñanzas, por su legado y porque nos hizo a todos mejores médicos y personas, tan solo tratando de emular su ejemplo.

Miguel sigue y seguirá entre nosotros, pero más aún dentro nuestro.

Personalmente, quiero expresar mis sentidas condolencias a su esposa y familia.

¡¡¡Gracias Maestro!!!