Mi médico no sabe que tiene mi hijo

Con mucha frecuencia sucede que al cabo de un prolijo examen clínico no surgen evidencias de enfermedad. Sin embargo existe un proceso febril o la falta de ganancia adecuada de peso o dolores recurrentes. Cuando nuestro médico pediatra nos dice y lo hace honestamente, que el examen es normal, muchas veces se produce una sensación de frustración ante la “falta” de un diagnóstico. Los padres deben entender, aunque cueste, que la falta de hallazgos de anormalidad lejos de ser una mala noticia es lo mejor que puede sucedernos. Por el contrario, encontrar signos de enfermedad con los cuales podemos poner “nombre y apellido “al problema, significa que existe esa enfermedad que obligará a tratamientos a veces prolongados y a controles muchas veces molestos.

Resumiendo , cuando nuestro médico pediatra, que es nuestro médico de confianza, que es el médico de la familia nos dice que nuestro hijo “no tiene nada” , nos está diciendo ni más ni menos que no tiene nada malo y esto es buenísimo y así lo debemos entender. Forzar a que nos transmita un diagnóstico por no ser capaces de tolerar la falta del mismo, es casi como obligar nuestro médico a “inventar” un diagnóstico “consuelo”.

Reiteramos nuevamente, cuando escuchamos que luego del examen nos dicen que todo está bien, nos están diciendo explícitamente que no tiene nada malo y por suerte en pediatría la mayoría de esas frecuentes enfermedades menores no son graves ni requieren tratamiento y se curan solas.

MI HIJO TIENE PROBLEMAS DE CONDUCTA.

Los problemas de conducta pueden definirse o clasificarse de muchas maneras y no es nuestro objetivo hacerlo en este artículo. Lo que queremos transmitir es que uno de los motivos de consulta más frecuente al médico pediatra son problemas tan diversos como inapetencia, trastornos del sueño, dificultades de integración escolar o de aprendizaje, conductas agresivas, control de esfínteres, falta de reconocimiento de límites, etc.

Cualquiera de estos temas motivaría un capítulo, incluso con la opinión de expertos en cada uno de esos temas. Temas que a pesar de ser tan conocidos no son nada fáciles de resolver porque involucran a todo el grupo familiar incluyendo sus historias personales.

Cuál es nuestra propuesta? Lo primero que pediremos a nuestro médico pediatra es que descarte enfermedades orgánicas que merezcan estudios específicos y tratamientos adecuados. Lo más probable, como señalamos en un artículo anterior, es que nuestro hijo no tenga “nada”, aunque esta vez el problema existe. Por cierto que además de existir perturba nuestra vida ya que inevitablemente se proyecta en el grupo familiar. Confirmada la normalidad por el examen clínico, el siguiente pedido a nuestro médico pediatra será que nos reciba a nosotros padre y madre, con un turno programado que no es mala idea que sea el último del día, para…conversar. Esta conversación es absolutamente necesaria ya que nuestro médico debe escucharnos a ambos, para conocernos mejor y evaluar el impacto del problema en cada uno y nuestras interpretaciones acerca de las probables causas. No estamos haciendo alusión a un psicodiagnóstico sino que estamos apelando al criterio y al sentido común de nuestro médico de familia que permita englobar objetivamente la situación. Este encuentro facilitará el primer abordaje del problema de conducta. Es el abordaje mediante consejos que permiten en la mayoría de las veces resolver el tema y cuando esto no resulta suficiente, determinar las consultas o estudios que, ahora sí resulten oportunos.

 

ACADEMICO MIGUEL LARGUIA