CARLOS GIANANTONIO

El Dr. Carlos Gianantonio fue “el mejor de los nuestros”. Para él tengo recuerdos imborrables e inmensa gratitud. En su memoria escribí en la revista de la Sardá lo que les relataré :

Las personas y las sociedades necesitan modelos reconocidos e indiscutidos para compararse e intentar, aunque sea en algo, parecerse. Esta necesidad es básica y esencial para poder elegir metas y objetivos de vida y para establecer líneas de conducta para nuestras acciones.

Estas afirmaciones, válidas en general para todos los órdenes de la vida, lo son aún más cuando son referidas a la medicina y a los médicos en particular. Los médicos ejercemos una profesión que implica tener una fuerte vocación de servicio y estar dispuestos a asumir grandes responsabilidades.

Para nosotros, los médicos, no exceptuados de las imperfecciones inherentes de la condición humana, tener modelos es fundamental. Gianantonio fue un modelo excepcional. Fue un regalo y un privilegio para los pediatras, porque no se limitó a ser el espejo donde reflejarnos. Su vida fue además la de un maestro.
Hay muchas definiciones de maestro. De Carlos podemos decir sin discusión el mejor. Porque enseñó con tanta dedicación y humildad que siempre honró a los que de a poco aprendíamos. Como MAESTRO, con mayúsculas, no enseñó solamente medicina. Giananatonio con el ejemplo de su vida enseño moral y ética. Enseñó en resumen conductas de respeto y de amor al prójimo.

Carlos fue el consultor de todos los médicos pediatras y de todos sus especialistas. Fue siempre la persona de confianza para los padres y los médicos de cabecera de sus hijos. Era el consultor obligado por consenso, nunca debió ser impuesto. Su intervención era siempre oportuna. De su inmensa capacidad clínica y de sus actualizados conocimientos surgieron las opiniones e intervenciones más apropiadas y más justas. Pero su condición de consultor único alcanzaba el reconocimiento máximo por su capacidad de acompañar y consolar a hijos y sus padres y de fortalecer la confianza de estos en sus médicos de cabecera tantas veces tan imperfectos como lo somos.

Carlos Gianantonio brindó siempre su amistad con sus manos tan abiertas que fueron siempre en realidad, un abrazo que nos envolvió a todos. Para los médicos pediatras el orgullo y satisfacción máxima consistió en poder declamar su amistad y en buscar su sonrisa, su aprobación, que su grandeza le permitía demostrar.

Carlos Gianantonio ha dejado un vacío imposible de llenar. No hubo, hay, ni habrá nadie como él. Sin embargo, si todos aspiramos a parecernos un poco a él y sumamos esos parecidos, el último legado del MAESTRO se cumplirá y su pediatría vivirá para siempre como él hubiera querido.